Por: Nolberto Zúñiga C. Investigador, Magíster en Genética (UChile), Dr. (c) en Neurociencia (USACH) y director de la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado (ANIP)
El proceso Constituyente que se vislumbra en Chile responde a un momento histórico y novedoso en la vida política y social del país. Esto porque junto con abrir la posibilidad de construir una carta magna, mediante un proceso democrático y participativo, visto por primera vez (en caso de ganar la opción “Apruebo Nueva Constitución” y “Convención Constitucional”), también abre la posibilidad de reconciliar “lo social” y “lo político” después de 30 años de despolitización neoliberal.
La coyuntura abierta luego del 18 de octubre del 2019 en las calles y diversos territorios vuelve a poner “lo social” en la política y “lo político” en la sociedad, haciendo converger ambos elementos en un escenario que nos invita a dar un reordenamiento al Chile del mañana, mediante el “poder constituyente originario”: el poder de la ciudadanía o de -la sociedad haciendo política-.
Sin embargo, existen una serie de elementos que son de suma relevancia y que dicen relación con aspectos aún no consagrados por el marco jurídico dado por el Gobierno de Piñera y el Parlamento, y que tampoco fueron considerados dentro del “acuerdo por la paz” del 19 de noviembre.
Frente a la inclusión de paridad en la Convención Constitucional (inédita en el mundo), queda aún por asegurar: la participación de pueblos originarios y tribal afrodescendiente, la presencia de lo que se ha denominado “el otro 10%” que incluye a las personas en situación de discapacidad mediante “escaños reservados”, la participación del mundo políticamente independiente dentro de la convención -más allá de las reglas dadas por la actual ley de partidos y el SERVEL- o la transparencia plena de los debates internos de la instancia. Todas estas cuestiones son aspectos que, si bien pueden parecer menores, serán cruciales a la hora de establecer la legitimidad o no del proceso constituyente.
Pero ¿por qué puede ser relevante lo antes mencionado? No se trata sólo de aspectos morales o de principios -como se podría plantear en términos liberales-, sino más bien de elementos cruciales y del todo importantes en términos prácticos -tácticos y estratégicos-, pues estos, a la hora decisiva, pueden barajar el éxito o el fracaso de la Convención y junto con ello, su real alcance como nuevo contrato social dentro del mundo de los sectores populares.
Hoy la voluntad del gobierno es nula, y cada día parecieran incorporar más trabas que soluciones a un proceso que avanza rápidamente y al cual le quedan menos de 20 días. 20 días para saber si en Chile habrá una nueva constitución y si será construida a través de constituyentes 100% electos y de forma paritaria, o la opción de una comisión mixta; con la inclusión de parlamentarios actualmente en ejercicio. Sin embargo, esto se contrapondría al actual descrédito que existe hacia la clase política por gran parte de la población.
¿Es necesario un proyecto unificado de Izquierda que acompañe el proceso y lo acerque a cada comuna y territorio que habitamos? Sí, pero por sobre todo debe ser también participativo, representativo y de un actuar transparente, que involucre a las dirigencias sociales, gremiales y los múltiples conocimientos y saberes de los pueblos y naciones que habitan dentro del país, buscando recomponer el tejido social tan cruelmente aplastado por el modelo neoliberal y que sea garantía de legitimidad y éxito del Chile futuro y su nueva Constitución.
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