Por: Patricio Torres L. Académico Facultad de Administración y Economía UTEM
Estamos viviendo como en “el castillo” de Kafka, luchando como su protagonista, un agrimensor recién llegado a un pueblo nada de hospitalario, entrando en un laberinto infinito entrelazado con ramificaciones y obstáculos que le impiden lograr su objetivo: llegar al conde del castillo, y recibir así instrucciones para desempeñar su trabajo y ser aceptado en la aldea.
En esta misión imposible se aprecian dos asuntos: por una parte, el protagonista se dispone a obtener un trabajo que no está dentro los planes de un poder absoluto; en contraste, el mismo poder omnímodo persiste en embaucarlo mediante señales erróneas y atisbos que le hacen creer acerca de la factibilidad de lograr su objetivo, consumiendo poco a poco las fuerzas del protagonista.
Pareciera que toda esta pandemia ha generado una integración social, un tiempo en que nos unimos en contra del virus monstruoso.
Piñera sube en las encuestas, los ciudadanos buscamos respuestas, “se debe confirar en las autoridades en momentos de desastre”escucho por la calle; y mientras la nueva constitución se aleja, se anuncia un coloso plan de contingencia por casi doce mil millones de dólares (de los cuales un 1% equivale al bono de 50000 pesos para las personas más vulnerables), entre tanto la clase política civil observa desde su castillo, con copa de merlot en mano, esta aldea llamada Chile.
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