[Opinión] Un país con los vidrios rotos

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Por: Jorge Lawrence S. Abogado. Presidente COPANOR


En 1969, la Universidad de Stanford realizó un experimento de psicología social. Dejaron dos autos idénticos abandonados en la calle. El primero de ellos en una zona pobre y conflictiva de la ciudad, y el otro en una zona rica y tranquila. El objetivo del experimento era observar las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que en pocas horas, el vehículo del barrio pobre comenzó a ser vandalizado. Se llevaron todo lo aprovechable y lo que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en la zona rica se mantuvo intacto.

A la semana siguiente, cuando el primer auto ya estaba deshecho, los investigadores rompieron un vidrio del segundo vehículo. Al poco andar, se desató contra el segundo auto el mismo proceso ocurrido con el primero: El robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo abandonado en el sector acomodado al mismo estado de su símil del barrio pobre.

¿Por qué un simple vidrio roto es capaz de generar todo un proceso delictivo? Evidentemente no se trata de pobreza. Es algo que tiene que ver, más bien, con la psicología humana y con las relaciones sociales.

Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que altera los códigos de convivencia, evidenciando una ausencia de ley, de normas, de reglas. Cada nuevo ataque reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional. Finalmente el auto vandalizado pasa a ser parte del paisaje y la sociedad normaliza la conducta dañina, disvalórica, amoral. Esta normalización de lo anormal constituye una enfermedad social denominada Normosis.

La Normosis infecta la sociedad como un virus, provocando finalmente un estado de desorganización social, a consecuencia de la falta o incongruencia de las normas sociales. En palabras del filósofo francés Émile Durkheim, este estado de cosas, denominado Anomia, corresponde “al momento en que los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos”. Por eso hablamos de una enfermedad social que ocurre cuando las leyes, normas o convenciones pierden su carácter regulatorio.

La Anomia se ha instalado con fuerza en Chile, a consecuencia de los vidrios rotos que dejó el estallido de Octubre de 2019. Con impotencia vemos como se instala la Normosis frente estas conductas, tanto en autoridades como gente común. El terrorismo en La Araucanía, la inmigración ilegal en el norte, el comercio callejero descontrolado, la escalada delictual cada vez más violenta, e incluso en estos últimos días, amenazas o tiroteos afuera de recintos escolares, son eventos que cada vez sorprenden menos. Otros, como los portonazos, ya no sorprenden a nadie. Pasamos a normalizar lo anormal.

El experimento del “vidrio roto” nos enseña que si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, la descomposición escalará. Si se cometen ‘pequeñas faltas’ y éstas no son sancionadas, entonces vendrán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Frente a la Anomia tenemos dos opciones: Dejar que la Normosis avance hasta que logre descomponer completamente nuestra sociedad, o; Reestablecer el orden, haciendo exigibles, bajo el imperio de la Ley, las reglas de convivencia que han sido aceptadas por todos y que resultan necesarias para lograr la paz social.

Es hora que recuperemos nuestra concepción de lo correcto, de lo ético, del respeto por el otro, del cumplimiento de la ley y dejemos de normalizar lo anormal. Las autoridades deben usar, sin titubeos, todas las herramientas que el Estado de Derecho les confieren para retomar el control y el orden.

Presidente Boric: En un país en caos, no hay dignidad posible.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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