Por: Jorge Gillies A. Académico de la Facultad de Humanidades y Tecnología de Comunicación Social, UTEM
¿Habrá estado consciente el diputado electo Johannes Kaiser del daño que causarían sus declaraciones misóginas y homofóbicas a la candidatura de José Antonio Kast? El hecho que reiterara recientemente sus afirmaciones despectivas frente a una diputada transgénero hace pensar que probablemente sí lo estaba y sabía las consecuencias.
Porque la razón central del arrollador triunfo de Gabriel Boric reside menos en lo político y económico –siendo esto obviamente muy importante- que en lo valórico y cultural: la candidatura del líder republicano fue vista desde un primer momento como una feroz bofetada al “Zeitgeist” (literalmente “espíritu de época”) imperante en Chile y a nivel planetario.
No es de extrañar por tanto que el diputado de RN Diego Schalper aparezca deplorando la escasa influencia de la derecha en las generaciones sub-35: es que la incorporación masiva de electores jóvenes al proceso electoral de segunda vuelta fue el factor determinante en el triunfo de Boric.
En comunicación política los símbolos y las emociones son más importantes que las palabras y los factores racionales. El tímido acercamiento que intentó hacer Kast a posiciones más liberales no podía ser creíble en ningún momento de la campaña. ¡Si incluso la presencia de banderas de la comunidad LGTB en alguno de sus actos fue contradicha brutalmente por consignas homofóbicas expresadas en la misma manifestación!
Pero no se trata únicamente de expresiones despectivas con respecto a las políticas de género. El solo hecho que los partidarios de Kast instalaran como símbolo en las redes un hacha destinada a cortar el árbol representativo de Boric no puede ser más contraproducente en un mundo en que sobre todo las generaciones jóvenes son particularmente sensibles a la crisis medioambiental.
Resulta paradójico que si en la primaria de la izquierda Boric se impuso debido al rechazo que generó la candidatura de Jadue -identificada precisamente por muchos electores jóvenes como representativa de posiciones demasiado ortodoxas y vinculadas al pasado- en la segunda vuelta la aversión se dirigió hacia posiciones conservadoras en lo valórico, que muchos sentían literalmente como una amenaza a su estilo de vida y a las libertades conquistadas en los últimos años.
Es, sin duda, una lección que deberá asumir la llamada derecha liberal, que probablemente no dimensionó el profundo error cometido al sumarse sin críticas a una candidatura tan contraria al Zeitgeist planetario.
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