Por: Mercedes Ducci B. Presidenta de ComunidadMujer
Adriana Valdés marcó un hito esta semana. Asumió los cargos de presidenta del Instituto de Chile- que agrupa a las seis Academias- y directora de la Academia Chilena de la Lengua. Los asumió como la destacada académica que es, con una reconocida trayectoria. Y también quiso poner en la palestra el hecho de ser mujer, la primera en esos cargos en los 54 años del Instituto de Chile y en los 133 años de la Academia de la Lengua.
En una sala donde han sonado con mucha más frecuencia voces masculinas, su discurso trajo al presente las palabras de Marguerite Yourcenar quien, al incorporarse a la Academia Francesa, dijo sentirse “rodeada, acompañada por una tropa invisible de mujeres que tal vez deberían haber recibido este honor mucho antes”.
Entre las que habían quedado excluidas de honores semejantes estaba nada menos que Marie Curie: a pesar de que después ganaría el Nobel, el Instituto de Francia consideró que incorporarla contravenía tradiciones “intocables”.
De eso ya hace un siglo y en Chile los tiempos están cambiando. María Teresa Ruiz, destacada astrónoma chilena, ya termina su período como primera directora en la Academia de Ciencias. Este año, tres de las seis academias han elegido ser presididas por mujeres. Con una presidenta en el Instituto de Chile hay una barrera menos, que ya quedó obsoleta. La sonrisa tranquila y el tono natural de la investida lo dejaron claro.
De estos hitos se componen las historias de cambio. Las percepciones van cambiando poco a poco, pero de pronto hay hechos que señalan un escalón, porque son un vuelco antes impensado de “ese sentido común heredado y casi atávico”-como lo llamó ella- que ya quedó superado.
El cambio cultural es lento. Pero las niñas que emprendan el camino del conocimiento sabrán que allí, donde colaboran grandes mentes y se suman las 6 academias -de las Ciencias, Bellas Artes, Lengua, Historia, Ciencias Sociales y Medicina – también hay lugar para ellas. Se eleva el techo y aumenta el espacio de lo posible.
La nueva presidenta anunció ventanas y puertas abiertas y pasar de la imagen de torre de marfil, volcada hacia adentro, a una torre que irradia. Dijo que por eso “se está embarcando en esta aventura”. Por las otras. Por las que debemos incorporar, por las que debemos incluir y seguir incluyendo y por el aire de apertura que viene entrando por las ventanas abiertas de la antigua casa que la alberga.
Justo en la fecha en que se cumplían 70 años desde que las mujeres obtuvieron el voto en Chile (lo que le pareció “una generosa contribución del azar”), Adriana Valdés eligió que este logro suyo también las involucrara a todas ellas. A las que no han estado en estas academias y a las que sí estarán.
Incluso a Sor Úrsula Suárez, del convento de las Clarisas de la Victoria, que escribía (con su indescriptible ortografía) hace 300 años: “Soñé que veía una puerta hermosísima de una iglesia en la cumbre de un cerro o monte muy alto, que había un gran jubileo. Yo, con el anhelo de ganarlo, fui a toda prisa a subir, mas vi que sólo hombres subían: dije ‘esto no es para mujeres’… tomé aliento y subí”.
Hay que tomar aliento antes de salvar un gran obstáculo. Muchas han tomado aliento y no bastó para poder subir. Pero si más mujeres van transitando el camino, para las que vienen será más fácil pasar.
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