Por: Ignacio Merino. Director Ejecutivo de HUBTEC Chile
Vivimos en una sociedad del conocimiento, es decir, una donde la transferencia de información modificó la forma en que se desarrollan muchas de las actividades del mundo moderno y en donde la propiedad intelectual cumple un rol fundamental. Esto, porque gracias a ella es posible transformar una idea o conocimiento en un activo, en un producto transferible e intercambiable. Es, en palabras sencillas, lo que permite definir la creación de algo, ya sea un diseño, un invento, una tecnología, etc.
Con la Propiedad Intelectual es posible reconocer a los autores o a las autoras de esas creaciones y por lo tanto, facilitar la colaboración identificando a quiénes y cómo participan. En la actualidad contamos con varios tipos de mecanismos para proteger o definir la propiedad intelectual, entre ellos las patentes, los derechos de autor, los secretos industriales o modelos de utilidad, entre otros.
Todos sirven para establecer una definición clara que luego derive en activos transferibles o “productos”. Si esto no existiera, sería muy difícil reconocer a quién o quiénes pertenecen las ideas, cómo reconocerlas y/o retribuirlas.
Tampoco tendríamos la capacidad de fomentar a determinadas personas para que vivan de sus creaciones y/o estén interesados en intentarlo, porque por ejemplo, alguien más podría copiarlas sin ninguna consecuencia asociada, como por ejemplo, alguna demanda o disputa.
Además, la propiedad intelectual tiene una vital importancia en el desafío de desarrollo sostenible que estamos enfrentando. Al respecto, se han desarrollado iniciativas que facilitan la entrega de prioridades e incentivos a aquellas invenciones relacionadas con aportes en el área del cambio climático, con agricultura más sostenible, materias primas mejor optimizadas o sustentabilidad en general. Es el caso del programa WIPO Green, por ejemplo, perteneciente a la World Intellectual Property Organization, que promueve e incentiva a las ideas que tengan propiedad intelectual en ámbitos de la sustentabilidad.
Por supuesto que también encaramos varios desafíos. A nivel mundial el marco de la propiedad intelectual convive con el auge de las nuevas tecnologías y cómo éstas han cambiado las reglas del juego. La inteligencia artificial generativa por ejemplo, es capaz de crear nuevos contenidos a partir de los algoritmos, pero ¿A quién pertenece ese conocimiento intelectual? ¿Cómo se protege? ¿Cómo definimos y aplicamos su utilidad a partir de ese origen?
En el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, debemos tener claro que, si no zanjamos estos desafíos, existirá un tope para que ésta siga creciendo de forma exponencial. Sólo cuando contemos con un marco de trabajo que pueda responder a la complejidad y escala de las nuevas tecnologías, y que permita ordenar y acelerar la colaboración entre las distintas partes aportantes de ideas y conocimiento, podremos entregar soluciones concretas para los problemas que viven las personas y la sociedad, especialmente aquellos relacionados con el bienestar, la salud y el medio ambiente.
Tal como concluimos hace algunos meses en la Semana Internacional de la Transferencia e Innovación (SITI), evento realizado en Chile y que contó con la participación de científicos y expertos internacionales, hoy el conocimiento es la base de la economía y el motor que mueve la producción, tal como lo fueron antes el petróleo o la energía. El talento es crucial, y por eso debemos invertir en capital humano y tener una ruta clara para alcanzar las metas sustentables que anhelamos. Y en este propósito, la propiedad intelectual se reafirma como un acelerador natural de la colaboración y la obtención de esas metas conjuntas.
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