Sequía en Coquimbo: urgencia de acciones integrales

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Por: Andrea Ramos. Vicepresidenta de Adaptación Climática de Kilimo


Hace algunas semanas se realizó en Chile el Encuentro Nacional del Agro, donde representantes de la industria debatieron acerca de logros y desafíos pendientes. Uno de los puntos más discutidos fue la situación que se está viviendo en Coquimbo, donde una escasez hídrica sin precedentes está afectando la producción de alimentos tras la pérdida del 40% de los cultivos agrícolas.

La situación en la cuarta región es más preocupante aún si se considera que la sequía acumula más de una década y a principios de este año, siete de los embalses no alcanzaron a tener el 20% de su capacidad.

En septiembre, de los ocho embalses que monitorea la Dirección General de Aguas (DGA) en Coquimbo, sólo había un 16% de agua almacenada. Ni siquiera el mayor registro de lluvias de los últimos meses puede contrarrestar un panorama que continúa por debajo de los promedios históricos.

Además de la toma de conciencia y de algunos proyectos puntuales en marcha, una de las primeras cosas que hay que internalizar es que la sequía que se vive en Chile -tal como ocurre en otras partes del mundo-, es un problema estructural para varios países debido al cambio climático, y no hay una respuesta única ni mágica para hacerle frente.

Más bien, se necesita de iniciativas público–privadas que combinen el expertise con intervenciones innovadoras y eficientes que trabajen directamente en los territorios más afectados a través del relacionamiento directo con las comunidades.

Coquimbo cuenta con cerca del 30% de su superficie perteneciente a comunidades agrícolas dedicadas a la producción de forrajes, frutales, viñas y parronales viníferos y hortalizas, según datos de Conaf, por lo que son importantes los esfuerzos de diversos actores para poner en marcha proyectos de restauración y cuidado del agua que muestren resultados medibles y verificables.

En este sentido, algunas buenas prácticas que ya existen y podrían masificarse son, por ejemplo, la aplicación de la Inteligencia Artificial para la gestión del riego, con recomendaciones precisas para una gestión eficiente del agua basada en datos, machine learning e inteligencia artificial.

En cuanto a la conversión del riego, hay intervenciones que generan eficiencias hídricas al implementar
sistemas de riego tecnificado, es decir, aquellos que utilizan tecnologías y técnicas específicas para entregar a los agricultores información en tiempo real sobre cuándo y cuánta agua aplicar a sus cultivos.

En lo referente a agricultura regenerativa, están disponibles proyectos creados para cuidar la biodiversidad produciendo alimentos de forma sostenible al preservar la salud del suelo con rotación de cultivos y cobertura vegetal, para así mejorar su fertilidad y capacidad de retención de agua y nutrientes.

Además, siempre son necesarias las instancias educativas dirigidas a los agricultores para que adopten prácticas de riego más eficientes e integren tecnología que promueva la eficiencia hídrica. Además de la incorporación tecnológica, la idea es impulsar un acompañamiento constante, asegurando un impacto positivo y duradero tanto para los agricultores como para sus comunidades.

Ante una situación tan extrema como la que se vive en Coquimbo, las acciones que se tomen deben ser concretas e integrales, tanto desde el punto de vista de quienes participan como en considerar la gestión responsable del agua durante toda la cadena de valor.

Siendo la agricultura una de las mayores consumidoras de agua a nivel mundial, identificar y mitigar los riesgos en cada etapa, ayudará a maximizar el impacto positivo. Ese sentimiento de urgencia y oportunidad es lo que se requiere para generar cambios en los territorios más afectados.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.


 

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