Fenómeno psicológico no solo socava la autoconfianza de quienes lo padecen, sino que también puede limitar significativamente su desarrollo y bienestar en el entorno laboral
En el complejo panorama del mundo laboral actual, uno de los fenómenos psicológicos que más atención ha capturado es el Síndrome del Impostor. Afectando tanto a nivel personal como profesional, este síndrome implica que individuos competentes y exitosos se perciban a sí mismos como no merecedores de sus logros, sintiéndose como fraudes o impostores a pesar de evidencias que prueban lo contrario.
El Síndrome del Impostor fue identificado por primera vez en 1978 por las psicólogas Suzann Imes y Pauline Clance. Inicialmente observado en mujeres con altos logros académicos y profesionales, estudios posteriores han revelado que afecta por igual a todos los géneros y edades. “Este fenómeno no está catalogado como un trastorno en el DSM V, pero es ampliamente reconocido y discutido en ámbitos laborales”, enfatiza Ana Troncoso, psicóloga y coach en fortalezas Gallup.
“Los individuos con este síndrome tienden a atribuir sus éxitos a factores externos como la suerte o la ayuda de otros, minimizando sus propias capacidades y esfuerzos. Suelen ser perfeccionistas que temen ser descubiertos como un “fraude”. Esta profunda inseguridad se manifiesta en un perfeccionismo extremo y en una resistencia a asumir riesgos o desafíos mayores, lo que puede limitar seriamente su crecimiento profesional”, resalta la profesional.
Causas y factores de riesgo
El síndrome puede originarse por diversos factores, incluyendo:
- Presiones familiares y sociales: Especialmente en aquellos que provienen de familias con un historial de grandes logros o son la primera generación en alcanzar hitos educativos o profesionales.
- Experiencias laborales negativas: Como despidos injustificados o acoso laboral, que pueden deteriorar la autoimagen profesional de una persona y alimentar la creencia de incompetencia.
- Cambios laborales significativos y trabajos solitarios: Estos pueden aumentar la autoexigencia y hacer que los individuos duden de sus habilidades al enfrentarse a nuevos desafíos o trabajar sin el apoyo directo de colegas.
Evaluación de la gravedad y estrategias de manejo
Este síndrome varía en gravedad desde dudas temporales hasta inhibiciones persistentes que pueden llevar a ansiedad o depresión si no se manejan adecuadamente. La intervención temprana y las estrategias efectivas son clave para manejar este síndrome:
- Desarrollar redes de apoyo: Fomentar relaciones profesionales y buscar retroalimentación constante puede ayudar a recalibrar percepciones personales de competencia y logro.
- Reconocimiento y aprovechamiento de talentos: Identificar y fortalecer habilidades personales puede aumentar la confianza y la eficacia en el desempeño laboral.
- Conversaciones abiertas sobre inseguridades y desafíos: Discutir abiertamente las preocupaciones con superiores y colegas puede proporcionar nuevas perspectivas y reducir el miedo al fracaso.
Conclusiones
Ana Troncoso, enfatiza que “es fundamental que tanto individuos como organizaciones reconozcan y aborden el Síndrome del Impostor para cultivar un entorno laboral que promueva el bienestar y la eficiencia. La clave está en establecer dinámicas que permitan a todos los empleados sentirse valorados y competentes.”
Asimismo, invita a las empresas a tomar acciones conscientes para mitigar el impacto del Síndrome del Impostor, mejorando así la salud mental y la productividad en el lugar de trabajo.