Por: Gastón Leiva V. Ingeniero en Gestión Informática. Jefe Técnico Unidad de Vigilancia Tecnológica. Corporación del Libertador
Los plásticos sin duda han influenciado y facilitado nuestras vidas, donde quiera que miremos ahí están en cualquiera de sus formas; conteniendo nuestras bebidas, en los mangos de nuestros cepillos de dientes, en las suelas de nuestras zapatillas, en las bolsas del retail, supermercados y ferias libres, en los juguetes de nuestros niños y así podríamos seguir enumerando cada uno de los aspectos donde está presente. Este moldeable y económico material ha sido el padre de la obsolescencia programada, la fuerza impulsora de la cultura “utiliza y tira”.
Según ONU Medio Ambiente, hasta la fecha existen nueve mil millones de toneladas de plásticos esparcidos por todo el mundo, de continuar esta tendencia, al 2050 más del 99% de los peces en el mar habrá consumido algún derivado plástico, por lo tanto, tarde o temprano estos llegarán a nuestros platos.
En Chile este año comienza a regir la ley de prohibición total de bolsas de polietileno de un solo uso a nivel nacional, siendo nuestro país el primero de Latinoamérica en legislar firmemente en este aspecto, según la Asociación de Industrias del Plástico (Asipla), en nuestro país se utilizan 3.400 millones de bolsas plásticas al año, sólo bastaría con visitar rellenos sanitarios, vertederos, canales de riego y las desembocaduras de nuestros ríos para dar fe de estos números.
Ante estos apocalípticos datos sólo nos resta tomar conciencia, reducir el uso de plásticos y por supuesto, desarrollar una tecnología verde, sustentable y al alcance de todos. El mercado y la investigación de bioplásticos en nuestro país aún está en pañales, de hecho, según nuestro informe sobre tecnologías para el desarrollo de bioplásticos, es bastante bajo el número de empresas dedicadas a la comercialización de resinas biodegradables y provenientes de fuentes renovables, así como también la distribución de productos terminados como bolsas de un sólo uso. En cuanto a desarrollo de tecnología dentro del país, destaca Zeaplast SpA, la cual es una empresa de base tecnológica constituida en la Unidad de Desarrollo Tecnológico (UDT) de la Universidad de Concepción-Chile, especializándose en bioplásticos elaborados a partir de recursos renovables que son empleados para la fabricación de productos desechables biodegradables orientados a las industrias: agrícola, de alimentos y retail.
Como Unidad de Vigilancia Tecnológica, proyecto FIC ejecutado por la Corporación del Libertador y financiado por el Gobierno Regional de O’Higgins, hemos realizado un informe para detectar y describir el avance tecnológico en el desarrollo de bioplásticos desde las patentes inventivas a nivel mundial, destacándose dos compuestos principales; El Ácido Poliláctico (PLA) y Ácido Polihidroxialcanoato (PHA), los cuales se pueden obtener desde distintas fuentes renovables que posean almidón como es el caso de la papa, maíz, trigo o cañas de azúcar, así como también a partir de celulosa y derivados.
La mayoría de las empresas que comercializan resinas de bioplásticos, las fabrican a partir de recursos alimenticios, lo que nos lleva a un dilema ético considerando la creciente demanda de alimentos y el aumento logarítmico de la población mundial, por lo tanto, es necesario evaluar y desarrollar nuevas fuentes renovables de materias primas, considerando el reciclaje de residuos orgánicos vegetales y animales, aguas residuales domiciliarias e industriales y el estudios de nuevos microorganismos necesarios para la producción de PLA y PHA como bacterias y enzimas.
Dentro de las 106 patentes analizadas destacan algunas que utilizan materias primas como algas, conchas de moluscos y crustáceos, cuescos de paltas, cactus, colágeno a partir de huesos y cueros, hasta bacterias que se alimentan de gas metano, lo que nos permitiría solucionar el problema de este dañino gas y seguir disfrutando de los plásticos que tan presentes están en nuestro quehacer diario, pero esta vez desde una tecnología verde.
Generalmente los cambios no son buenos ni malos, solo son oportunidades que deben aprovecharse, por lo tanto, esta nueva ley de prohibición total de bolsas es una oportunidad para hacer las cosas distintas, es la oportunidad para desarrollar un tejido socio-económico sustentable entre las universidades, el estado, las empresas y emprendimientos, y por supuesto, todos nosotros, los ciudadanos.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.